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miércoles, 3 de febrero de 2010

POESIAS DE OLGA MOROS GARCIA

...Y NO MIRAR ATRÁS

Se nos llenó de amor
la primavera
y llegó sin anuncios ni palabras
como este milagro
de quererte a tientas
y ser, a la vez, tan necesario.

Se nos inundó de amor
el viento eterno
que nos empuja y nos lanza
a la aventura,
nos toma, nos rescata y nos invita,
y nos cuela de puntillas
en las calles.

Se poblaron de amor
los bancos de las plazas,
los jardines infantes
y los cierzos crudos,
el estío, la amapola
y la costumbre.

Nos nació el amor
en floración inquieta
y repentina,
presuroso de olores
y de expectativas lleno.

Venció el amor la rabia y la injusticia,
el hastío, la sed,
el polvo del camino,
la herrumbre, el hollín
y el alma oscura.


Perderemos la vida en el intento
pero haremos que se nos desparrame
el amor a raudales
destrozando ausencias y maleficios
que dejan inmóviles las pisadas.

Salgamos del cilicio y el quebranto,
cojamos el arado y el madero
y sabiéndote esperando
apresuremos el paso
y la lluvia tardía.

Si colmaste de amor
nuestros canastos huecos,
el mimbre ya podrido
lo transformaste en nuevo,
multipliquemos hoy
los panes y los peces,
para saciar el hambre
de ser algo más
que tristes peregrinos.

La esperanza eres tú, Señor,
el alfa y la omega.
Tú, la respuesta y el camino,
la verdad absoluta,
la vida plena,
el alma que en cascadas se derrama
y el amor que no cesa y se renueva
sólo con pronunciar que te diste en la cruz
para salvarnos,
y dejaste la fosa al tercer día
para sernos hoy el puente
que nos libra del más profundo,
oscuro, negro y cruel
de los abismos.

Salgamos hoy,
cojamos la mochila de lo eterno,
saquemos brillo a la armadura,
y poblemos los puertos y desiertos,
las aldeas y urbes,
y los campos,
de ese aroma de luz
que es tu mensaje,
y de ese sabor a sal
que son tus mares.



...PERO ME AMAS

Si he de asomarme al
balcón de la vida
acompáñame tú.
El miedo a las alturas
ata mi corazón
a la almohada.

Los lobos aúllan
y atacan mis palabras,
y afuera,
la selva del asfalto
me envuelve y aplasta
en sus rutinas.

...Pero me amas,
Dios mío,
y engrandece tu amor
mi delgada estatura.
Y salgo al combate
de la vida,
renovadas las fuerzas,
absorta la mirada
en la cruz que te clava,
y un estandarte resuelto
donde habita tu nombre,
donde residen tus llagas,
y la pureza tranquila
de saberte cercano
a mis lágrimas.

lunes, 1 de febrero de 2010

HERIDAS Y FLORES

Heridas y flores
Las heridas de la cruz (I)

El sufrimiento es el estado más difícil y al que tiene que enfrentarse cada día, cada hora, cada minuto, el ser humano; sin que a veces lo pueda evitar. Es una pesadilla que persigue a todos los mortales de este mundo, el temor de enfrentarse a algo insuperable y que alcanza tanto a los ricos como a los pobres, a los grandes y a los pequeños, a los débiles como a los poderosos. Por eso quizás todos intentamos huir o esquivar el sufrimiento y adoptamos como forma de vida el ir poniendo parches, comprando la felicidad a base de talonario; o disfrazando la realidad para evitar los momentos amargos y dolorosos de la vida.




Pero cuando menos lo esperas, cuando crees que has conseguido eludir el sufrimiento, se te presenta como ese compañero que nunca quisiste conocer; o como un amigo desconocido llamando a las puertas del corazón, convirtiéndose en un viajero que te invita a pasear sin que puedas rechazarlo, convirtiéndose luego en una bestia que embiste sin enmendar el envite.

Así es la sombra alargada del sufrimiento: tarde más o tarde menos -cuando menos lo esperas- se te presenta el día menos deseado de tu vida, en el momento más crucial. Es entonces cuando la marca del sufrimiento te deja su huella, los días claros y soleados se te vuelven tinieblas y el colorido de la vida se torna en gris. Y los sueños llenos de vida se te arruinan, porque de forma ineludible has entrado en el bombo del sufrimiento. SIENTES QUE CAES EN LAS PROFUNDIDADES DE UN ABISMO INTERMINABLE. Y A VECES CAES EN EL PELIGRO DE PENSAR: SI NO ESTÁS BIEN, TIENES QUE APARENTARLO PARA QUE OTROS NO SUFRAN. PERO ESA APARIENCIA ES UNA HERIDA CERRADA EN FALSO ¡NO ES LA SOLUCIÓN, EL NO ACEPTAR LA REALIDAD, SINO UNA CANGRENA ERN TU VIDA QUE PUEDE AMPUTAR TU FUTURO!

Me pregunto que hubiera sido de este mundo sin las herida de la cruz, sin el sufrimiento de Cristo, sin ese vaso de agonía bebido en el Gólgota. A todos nos causa dolor ver al Señor clavado en una cruz, pero nos conforta el saber que estamos de paso y que El consolará todo nuestro dolor; que El es el bálsamo para nuestras heridas, la esperanza de los que desesperan. Quizás muchos de nosotros no estaríamos aquí, o la vida para muchos no sería igual, si aquel madero no hubiera cargado con la responsabilidad de llevar sobre él a Aquel que fue despreciado por los hombres. Por eso las heridas de la cruz dieron su fruto para el pueblo cristiano, para todos los que hemos creído. Sabemos que sin sacrificio no hay remisión de pecados, sin cruz no hay frutos, sin siembra no hay cosecha.

Y PARECE INVEROSÍMIL, PERO MIENTRAS QUE FUE UNO SOLO EL QUE QUISO LLEVAR LA CRUZ Y MORIR EN ELLA, FUE A OTROS A LOS QUE LES TOCÓ LLEVARLA. Simón de Cirene quizás se pregunto alguna vez, ¿pero qué hacía yo allí? ¿Por qué me tocó a mi llevar la cruz? Esa cruz que para otros muchos era maldita en aquel tiempo y que ahora es el símbolo de salvación de muchos. Y también aquel malhechor que llevó su cruz y que estaba junto a Jesús el día de su muerte se diría así mismo: El castigo que yo merezco por mis maldades hace justicia pero este que esta junto a mí, no se lo merece. Podemos pensar muchas veces ¿porque me tocó a mí? Pero… no le des más vueltas. La vida es así; a unos les toca sufrir y a otros reír, a unos llorar y a otros secar lágrimas, pero no se puede hacer otra cosa que aceptar tu cruz. Nadie echó suertes sobre tu vida. Estabas en aquel momento y aquel lugar, no lo podemos remediar. Si no hubiera sido Simón de Cirene seria cualquier otro el que cargara con aquel madero, la vida es así. Pero piensa también que sin las heridas de la cruz no habría salvación, no habría consuelo, no tendríamos esperanza.



En una ocasión un aguador llevaba dos cántaros, el uno a la derecha y el otro a la izquierda. Llevaba y traía continuamente el agua que sacaba de aquel pozo, que se encontraba a las afueras del pueblo para repartirla a todos los lugareños. El hombre tenía que realizar un largo camino, que ya se conocía perfectamente después de muchos viajes. En una ocasión le dice el cántaro de la derecha al aguador: Señor por qué no me jubilas de una vez por todas, ¿no ves que tengo una grieta, y el agua que hechas sobre mi se desparrama a lo largo del camino; y es una pérdida el que me sigas utilizando? El aguador le respondió. ¿Pero que estás diciendo? Llevo todo el año llevándote sobre mis hombros, y sé que tienes una grieta -o una herida como quieras llamarla-. Pero quiero que sepas una cosa. Observa a tu derecha a lo largo del camino y dime qué es lo que ves,y le dijo el cántaro: Unas flores hermosísimas, llenas de vigor y de fuerza. -¿Y qué ves a tu izquierda?. -Un campo seco. -Pues bien todas esas flores que ves en el camino son obra de las gotas de agua que han ido cayendo a través de tu grieta, y así se regaron esas flores que ves en el lado derecho del camino, mientras yo te llevaba sobre mis hombros; y no sólo eso, sino que gracias al agua que se derramaba de tu grieta puedo regalarle flores a mi mujer, a mis hijos, y llenar mi casa de las fragancias de esas flores. Sin heridas no hay frutos, porque la libertad no se mendiga se conquista a través del sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario. TODAS AQUELLAS FLORES TENÍAN VIDA GRACIAS A AQUELLA GIRETA, A AQUELLA HERIDA.

Todos hubiéramos querido que Jesús no hubiera muerto en la cruz como Pedro le insinuó al mismo Cristo, pero el Maestro le tuvo que contestar que era necesario que todo se cumpliese y es que sin el sacrificio de nuestro Señor no habría salvación de los hombres.

TODOS QUEREMOS EVITAR EL SUFRIMIENTO PERO POR DESGRACIA A VECES ES INEVITABLE, Y VALE MÁS UN HERIDO POR LA CRUZ QUE UN ARROGANTE SIN FUTURO.

¡Que Dios te bendiga!

J. José Cortés es pastor evangélico de la Iglesia de Filadelfia